"Ningún deporte justifica la violencia física, psicológica ni sexual": En Niza, se juzgan las prácticas de dos entrenadores de gimnasia.

En el club de gimnasia Cavigal de Niza, hay una sala al final de un pasillo para las colchonetas y una oficina al final de las escaleras para los entrenadores. En la primera, Alicia afirma haber sufrido abusos físicos tras negarse a realizar los ejercicios o no hacerlo. En la segunda, alega haber sido tocada inapropiadamente después de terminar sus tareas. Alicia y otras cinco gimnastas acusan a un par de entrenadores.
El exentrenador del club, Yohan L., de 45 años, fue juzgado en Niza desde el miércoles hasta el jueves 30 de octubre por cargos de agresión sexual, acoso sexual y violencia. Su expareja, Violetta D., de 52 años, está siendo procesada por violencia. Ninguno de los dos admite los cargos. Durante dos días, el tribunal se adentra en el hermético mundo de la gimnasia de élite, donde las atletas entrenan en barras y vigas desde la infancia, creciendo bajo la presión de entrenadores exigentes y padres ambiciosos. La situación se descontroló cuando los sueños de medallas y de ser seleccionadas para el equipo nacional se esfumaron para las jóvenes gimnastas de la sección de gimnasia de Cavigal, una de las mejores de Francia.
Detrás de la joven de 23 años que sube al estrado se esconde la adolescente. Es fácil imaginar a Alicia, incluso con el pelo recogido en una coleta alta, moviéndose de un aparato a otro. Durante quince años, entrenó todas las tardes, de lunes a viernes, con el mismo entrenador. Denuncia el maltrato físico que sufrió entre los 7 y los 11 años, así como agresiones sexuales.
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